Hemos atravesado el lecho del río y llegó a las vías navegables de otro, que se ha cruzado con más cuidado.
Cuando el flujo de agua llegó a la cintura en su profundidad, amenazó con arrastrarnos lejos, fue cuando nos dimos cuenta que Babout tenía razón: “los caballos habrían sido útiles para poder cruzar las aguas”.
Empezamos subiendo la montaña. Babout se esforzó por mantener un ritmo que no se podía igualar.
A menudo desapareció alrededor de una curva y para luego surgir de la nada de nuevo.
Llegamos a una arboleda de mango y Babout se refirió a un “paño rojo atado alrededor de una rama. Denota el castigo que sufrió un ladrón de mango”, expreso.
Cerca había un niño de quizá dos años, que estaba desnudo, excepto por una camiseta extra, nos mira a nosotros. Babout sonrió. El niño con la boca abierta no se movió.
Babout avanzó en el terreno y en corriendo en “Kreyol roared” dieron un grito y huyeron.